Esta historia viene a cuento porque me hizo pensar en la dependencia que tenemos del dinero físico (billetes, monedas), particularmente en pequeñas cantidades, en nuestra vida diaria. Cada vez más gente usa tarjetas de crédito y débito en la compra de bienes y servicios, y sin embargo, todavía necesitamos (todos) llevar unas monedas o billetes pequeños encima para nuestros pequeños gastos o emergencias1.
Llevar dinero en metálico no deja de ser un engorro, y el dinero en la mano pierde valor frente a la opción de tenerlo en nuestra cuenta bancaria (aunque quizá no tanto con los actuales tipos de interés y las comisiones bancarias) o invertido en algún otro activo. Tiene así un coste de oportunidad que intentamos paliar reduciendo al mínimo indispensable la cantidad que llevamos en la cartera. Otros problemas asociados al dinero físico son las falsificaciones o la posibilidad de perderlo2.
Porque en definitiva, cuando de una compra se trata, lo único que hacemos es intercambiar un bien o servicio por una cantidad que se deduce de nuestro saldo o posición bancaria para engrosar el saldo del vendedor. ¿Queremos seguir preocupándonos toda la vida sobre el cambio? A propósito de este último, ¿cuánto dinero se [mal]gasta procesos destinados a controlar los cambios? ¿Cuánto tiempo podría ahorrarse?
Por desgracia, la dependencia que comento del dinero físico resulta muy difícil de erradicar, al menos a corto y medio plazo. Muchas son las dificultades que entraña (reales y artificiales). Entre ellas:
- Es necesaria la introducción de un sistema de micropagos eficiente, sencillo de usar para compradores y vendedores, con bajo coste de despliegue, seguro y que, idealmente, no genere comisiones que eviten el micropago en la práctica o induzcan una subida de precios. ¿Se llevará finalmente el teléfono móvil el gato al agua?
- Resistencia de las grandes entidades de tarjetas: Visa, Mastercard, etc., que pueden ver el nuevo sistema como una amenaza para su negocio actual. A menos que lideren el cambio y la amenaza se transforme en oportunidad.
- Desconfianza de los usuarios, que aprecian el valor real del dinero físico y la privacidad que conlleva, y perciben una mayor inseguridad en el dinero de plástico.
- Otro punto a tener en cuenta, y relacionado con el ejemplo del inicio de esta nota, sería el de la tecnología de micropagos como amenaza para la economía sumergida. Esto puede ser particularmente problemático en países en vías de desarrollo o en otros desarrollados pero con altas tasas de economía sumergida (Italia, España). No creo que los agentes económicos implicados (muchos) estén por la labor de que todas sus operaciones sean registradas. Pensemos, por ejemplo, en el sector de asistencia doméstica, reparaciones, construcción, criminales, etc.
Se trata de una pega que haría muy difícil la sustitución total del dinero en metálico, limitándola a las monedas y billetes más pequeños. Aún en este último caso habría algunos que saldrían claramente perjudicados: ¿alguien imagina a un mendigo pidiendo con su tarjeta monedero o solicitando SMS premium a los viandantes? ¿Cómo haría el chico de la representación que os contaba al principio?
Al hilo del tema Enrique Dans comenta el nuevo lanzamiento de PayPal3 en Estados Unidos: un esquema de tarifas de micropagos para bienes y servicios digitales. Caro me parece.
- Etc.
(1) ¿Nunca os ha pasado lo de llegar al hipermercado y comprobar que no tenéis dinero encima para coger un carro de la compra?
(2) Hace tiempo leí una noticia sobre la ingente cantidad de dinero que había perdido por los sofás de las viviendas del Reino Unido. Lo que no sé es cómo habrían hecho el cálculo.
(3) En Microsiervos también se comenta, muy positivamente: micropagos.
(4) Por ejemplo, según un estudio de Halifax los cheques de papel en el Reino Unido no desaparecerán completamente hasta 2025: Cheques 'extinct by 2025'.
Efemérides
Hace un año en Abundando - CeMenTerio de ideas y Activistas.
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