Los seres humanos tenemos una serie de necesidades, de diversa índole, que un psicólogo estadounidense, Abraham Maslow, agrupó por orden de preferencia en forma de pirámide que lleva su nombre. De esta manera, buscaríamos satisfacer una determinada necesidad en la medida en que hayamos resuelto aquellas que están por debajo en la pirámide. Intuitivamente parece lógico solucionar antes una cuestión como la comida que un deseo irrefrenable de estudiar gaélico.
En los últimos setenta años la sociedad española ha ido ascendiendo poco a poco, subiendo peldaños en la pirámide de Maslow. Desde el final de la Guerra Civil, cuando la prioridad era satisfacer las necesidades más básicas (comer, básicamente) hasta los primeros años de este siglo, en los que lo importante es realizarse (que cada cual sabrá lo que eso significa). Hoy, con la economía por los suelos, empezamos a desandar parte del camino recorrido. Y se hace muy difícil.
Es entonces cuando Maslow viene al rescate con su dichosa pirámide. ¿Por qué no usarla como herramienta de análisis de oportunidades de negocio? Pensemos en una correspondencia entre los escalones de la pirámide, las necesidades que albergan y los mercados que las cubren. ¿Qué bienes o servicios serán demandados? ¿Qué empresas los proveen? ¿Existen nichos sin atender? ¿Cómo podemos satisfacer una necesidad de forma distinta? ¿Se crean nuevas necesidades en una crisis? Etc.
Hoy precisamos más que nunca espíritu emprendedor, y una tormenta como la que padecemos puede forzar a algunos a sacar ese empresario que llevan dentro, ese 'si tuviese tiempo...' que no ha tenido oportunidad de mostrarse hasta ahora.
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