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Desde hace unos días se rumorea que la ministra de Vivienda podría dejar el gobierno (se comenta que ya habría presentado la dimisión). La verdad es que su gestión en estos seis meses ha dejado mucho que desear, con desencuentros con los promotores, retrasos en sus planes, intentos de escamoteo de información, etc. Y mientras la vivienda sigue subiendo.
Pero lo que me preocupa de la ministra no es que siga en el cargo, sino que se vaya. Y me explico. Comentamos en Las ministras y el principio de Peter que Zapatero, al emperrarse en su política de gobierno paritario, limita su capacidad de elección de ministros. Si finalmente la señora Trujillo abandona el ministerio sería sustituida por otra mujer para mantener la proporción entre hombres y mujeres. Por supuesto es posible que el mejor candidato al puesto sea una mujer, pero también puede ocurrir que sea un hombre y nos estemos contentando con un segundo plato, o tercero, o cuarto. Y atención, porque otras dos ministras están bajo sospecha: Elena Espinosa (Agricultura) y nuestra querida Carmen Calvo (¿Cultura?, ¿en serio?).
El dilema de Zapatero, pues, está en fiarse o no del más vale malo conocido que bueno por conocer a la hora de remodelar su gobierno. Una decisión arriesgada mientras persista en su política del 50/50.
Así que desde aquí animamos al presidente a dejar los experimentos paritarios/paridarios y a formar un gabinete aristocrático. Pero no se confunda, siga la etimología de la palabra: un gobierno "de los mejores", sean hombres o mujeres, vengan de donde vengan. Salgamos a jugar con el equipo titular y dejemos a los suplentes en el banquillo. Nos va mucho en ello.
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