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Varios días a la semana voy a trabajar en autobús. En mi recorrido para cogerlo me encuentro dos repartidores de Metro, uno de ellos en la misma parada. Ésta es utilizada por decenas de universitarios, que únicamente portan el periódico gratuito. Día tras día no veo en sus manos ninguna cabecera de pago de referencia. Una pérdida constante de influencia entre los presumibles futuros compradores frente a los diarios gratuitos que, poco a poco, van sacando tajada.
Personalmente me considero un individuo bien informado, y hace años que no compro un periódico. Quizá exagere; puede que cayese alguno con motivo de alguna promoción de libros o películas. Nada más.
Porque, ¿qué sentido tiene pagar por la información que podemos obtener en Internet gratis total? Como se comentó en Titanic, los editores de prensa están a punto de naufragar. La edad media de sus suscriptores y lectores se eleva y, como me comentaba Pablo Rodríguez el otro día, cada esquela publicada es un suscriptor menos. Para todos.
Adam L. Penenberg escribe en Wired un interesante artículo al respecto: Newspapers Should Really Worry. Entre otras cosas comenta los datos de unos focus-group organizados por The Washington Post para evaluar por qué les cuesta atraer lectores jóvenes. Algunos de los participantes comentaron que no querrían una suscripción al diario ni regalada. ¿Por qué? No querían acumular periódicos en casa.
Un problema de la prensa de pago (dejado aparte el engorro del papel) es que su consumo resulta excluyente. Puedo comprar un periódico, pero difícilmente dos o más. Existe una restricción presupuestaria, y los jóvenes consumidores piensan: ¿por qué limitar el flujo de información? Por poco más de lo que cuesta un periódico durante un mes (a euro el ejemplar, 30 euros) podemos tener una conexión de banda ancha. Si a esto le añadimos el uso de servicios gratuitos como Bloglines y BugMeNot, nos encontramos con que podemos acceder a innumerables fuentes de información sin coste adicional, incluso a muchos de los contenidos originales de pago (Periodista Digital). Así, podemos contrastar, obtener distintos puntos de vista, completar informaciones, participar en las discusiones, publicar, etc. Y el precio sigue siendo fijo: lo que nos cuesta el ADSL o el cable. Y no estamos contando aquí con el resto de oferta implícita que viene con nuestra conexión.
El diagnóstico para el enfermo es muy preocupante. Los periódicos libran una lucha desigual, contra un enemigo que crece a pasos agigantados y que, en ocasiones, les induce a pelear entre ellos (como ha pasado con las televisiones en el caso CBS). Es posible que vean la cooperación como única salida: vana esperanza. A medida que los clientes escaseen, la pelea por robar lectores se volverá encarnizada. Posiblemente la línea editorial de la prensa se irá uniformizando y su calidad disminuirá (la opinión ya estará toda en la Red). Y de ahí al hoyo...
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