20 de septiembre de 2004

El País de las Negaciones

A finales de 2002 El País decidió cerrar los contenidos de su edición online, y como consecuencia las visitas a su sitio web se redujeron drásticamente (lo único interesante para los no paganos son las entrevistas con Santiago Segurola y el chiste de Forges). Un simple vistazo a la evolución en Alexa nos indica que el periódico está perdiendo influencia en Internet. De hecho, son cada vez más escasas las referencias y vínculos a noticias de El País (¿para qué si no son accesibles?):

Alexa: El País vs. El Mundo


Alexa: El País vs. Libertad Digital

Quizá la jugada de Prisa esté resultando rentable desde el punto de vista financiero, pero su cabecera estrella ya no está presente en la mente de los que utilizan Internet para informarse, en su mayoría gente joven y con formación. La pregunta sería: ¿le interesa a Prisa este tipo de cliente?

Y en esto se desata la polémica con la nefasta campaña publicitaria de El País digital (seguida a través de Barcepundit y eCuaderno). Tras horas de desmentidos y silencios llega la confirmación y un editorial, en la edición impresa y la digital, pidiendo perdón por la metedura de pata. El domingo el diario publicó un artículo de Malén Aznárez ¿?, Defensora del lector de El País (edición impresa), triturado por Juan José García-Noblejas en este post. Un servidor también se atreve a comentar algunos pasajes del artículo. Ahí va:
La campaña de captación de suscriptores para EL PAIS.es se basaba en dos imágenes, una con las torres antes del atentado y otra, sin ellas, después, acompañadas del siguiente texto: "Un día da para mucho. Imagínese lo que puede suceder en tres meses". La promoción, comenzada el lunes 13 de septiembre, fue remitida a más de 50.000 destinatarios por correo electrónico antes de su cancelación, dos días después.
Me quedo con los datos: un total de 50.000 emails enviados y ¡dos días! para parar la campaña.
Varios lectores se han dirigido a esta Defensora pidiendo explicaciones de unos hechos que condenan sin paliativos y de los que responsabilizan a El PAÍS, sin hacer puntualización alguna, pese a que la campaña no se publicó ni en la edición impresa ni en la digital, ya que se limitó a envíos de correo electrónico. Para ellos, simplemente ha sido El PAÍS.

Esta Defensora considera que la imagen del periódico ha quedado seriamente dañada, además de por una publicidad demencial, por la confusión entre EL PAÍS y ELPAIS.es. Por eso, esta columna trata hoy de un hecho que, en principio, no le compete, ya que sólo es Defensora del Lector de la edición impresa de EL PAÍS, pero no de la digital. Así lo ha venido comunicando a los lectores en las ocasiones en que se han quejado o reclamado por los contenidos de ELPAIS.ES.
Estos dos párrafos son de los buenos. Parece ser que parte del problema de imagen que ha sufrido El País estriba en los pobres lectores, que no distinguen entre el contenido publicado por el medio y la publicidad del mismo (¿Acaso tiene El País responsabilidad sobre ello? parece preguntarse la señora Aznárez), y encima confunden El País y El País.es (como si tuviesen algo que ver). Pero dejemos que la Defensora del lector siga fustigando a sus defendidos y distinguiendo entre galgos y podencos.
Cabarcos señala que "todas las campañas tienen un procedimiento predeterminado para su aprobación, dependiendo de la importancia o del tipo de campaña. No obstante, todas ellas están sujetas a un protocolo de la dirección de la empresa. En este caso concreto, y al tratarse de una campaña importante, la aprobación correspondía al consejero delegado, a propuesta del director comercial, con la participación previa, al tratarse de ELPAIS.es, de la dirección de contenidos".

No se sabe todavía por qué, ni fue aprobada por José Luis Sainz,consejero delegado de PRISACOM -editora de ELPAIS.es-, ni por el director comercial, ni por el director de contenidos de ELPAIS.ES, Mario Tascón, quien afirma: "No me consultan todas las campañas publicitarias, sólo las de cierta importancia. Es cierto que ésta era importante -estaba previsto enviar hasta medio millón de correos electrónicos-, pero no me consultaron. Yo creo que las prisas con las que trabajamos han podido tener mucha culpa del fallo. Una campaña de esta categoría no puede ser que se entregue por la agencia por la mañana y se lance por la tarde. No debería ser normal, no tiene lógica". Tampoco fue informado el director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, también responsable final de contenidos de EL PAIS.es.
Ahora nos informa de que tenían previsto enviar 500.000 emails. ¿De dónde habrán salido? Miedo me da pensarlo.Y encima resulta que Jesús Ceberio, director de la edición impresa es director de contenidos de la edición digital. ¡Oh sorpresa! Van a tener razón los pobres lectores que no distinguían entre El País y El País.es.
Sabemos que STORM presentó con anterioridad otra campaña de promoción que fue rechazada, y que, al parecer, la propuesta de las Torres Gemelas "no completó el circuito establecido para su aprobación, ya que la creatividad no fue aprobada por el director comercial, por lo que tampoco llegó a instancias superiores", en palabras del director de Recursos Humanos.
Aquí lo interesante sería saber cuál fue el circuito de aprobación hasta llegar al Director Comercial. Porque alguien daría el visto bueno antes, ¿o no?
Es grave lo que ha sucedido. ¿Qué organización tenemos que puede llegar a producirse una cosa así? Ésta es la pregunta que se hacen los lectores. Por eso sería bueno que, además de todas las medidas empresariales que puedan tomarse para evitar en el futuro la repetición de fallos similares, los lectores de la edición digital de EL PAÍS pudieran contar, cuanto antes, como sucede con el periódico que tienen en sus manos, con un Defensor/a del Lector propio a quien recurrir con sus quejas, dudas y sugerencias. Máxime cuando vemos cómo los contenidos puestos en la Red se trasladan a tal velocidad que las reacciones son instantáneas.
Desde luego, si parte de la solución pasa por poner a alguien como la señora Aznárez de defensor/a (atención al matiz políticamente correcto) de los lectores de la edición digital, ya se pueden frotar las manos en la competencia.



¿Conclusión? La última frase del párrafo nos da una pista. El País, siguiendo una estrategia legítima, parece no sólo haber perdido influencia en la Red sino también conocimiento del medio y capacidad de reacción. Como dijimos en un post anterior los medios tradicionales deben cambiar, adaptarse al nuevo entorno. Por cierto, ¿es impresión mía o la mayoría de competidores de El País dieron muy poca importancia al asunto? Quizá haya una consigna implícita: "dejemos de lado el fenómeno blog, no lo alimentemos. La mayoría de los internautas, no hablemos del resto de gente, ignora su existencia" (Blogpocket apunta y dispara).

Para terminar el post, una curiosidad. El día que estalló el escándalo hubo mucha navegación de blogs en la sede de Prisa. Por Abundando se pasaron siguiendo un comentario en eCuaderno. ¿Alguno más los vio en su casa?

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