28 de febrero de 2005

¿Dónde se esconde el talento?

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Siguiendo con el post anterior dedicado a la fotografía, habría que decir que las bondades a la hora de experimentar que implica la tecnología digital no vienen de hoy, ni se reducen a la fotografía. Pensemos en los programas de simulación (desde una simple hoja de cálculo a un programa desarrollado ad hoc), en la construcción de modelos como ayuda para comprender un problema, para prever y anticipar situaciones, probar soluciones y reducir costes. ¿Cuánto ha contribuido (y seguirá contribuyendo) la tecnología digital al aprendizaje, al progreso?

Otro ejemplo. ¿Cómo es la evolución tradicional de la carrera de un periodista? Estudios, prácticas, empleo en un medio (¿información deportiva?), paso por distintos puestos en una redacción. Mucho tiempo y dinero invertido cuando ahora, desde su casa, una persona (pongamos un estudiante de Ciencias de la Información) puede empezar a publicar directamente lo que quiera, dar a conocer sus puntos de vista, sus análisis, consultar fuentes, hacer contactos, crearse una reputación, cultivar una pequeña audiencia, obtener feedback, aprender de las discusiones, seguir su evolución, etc. Y todo ello sin unos intereses ajenos detrás, sin el control de una línea editorial más allá de la que él mismo se imponga. Además la tecnología le permite responder rápidamente a los cambios, seguir la actualidad al minuto, etc. Lo importante es que la irrupción de Internet y los nuevos medios lo cambian todo: we are the media. ¿Quién aprende más rápido: el periodista de toda la vida o el recién llegado? ¿De dónde saldrán los mejores informadores / analistas / comentaristas? ¿Cuántos están ya en la Red?

Mucho se ha hablado últimamente sobre la ola de amateurs que, desde Internet, empiezan a competir con los profesionales en diversos campos. La cuestión es que algunos de estos aficionados (intrusos1 les llaman) son mejores que muchos profesionales. Y tiene sentido: la tecnología digital democratiza los medios (entendidos como recursos), haciéndolos más accesibles, además de facilitar el aprendizaje. Y, por si fuera poco, los aficionados son muchos más. ¿Qué queda entonces? El talento. Así, parece lógico pensar que en una población mucho más amplia (aficionados) exista más talento, no sólo agregado sino, incluso, individual. No olvidemos, por otra parte, la inclinación de los aficionados al trabajo en red, en equipo, frente a la competencia imperante entre profesionales. La inteligencia distribuida de la Red frente a las cajas negras sin feedback.

Quizá una manera sencilla de representar la idea sea este gráfico (poco ortodoxo) en el que comparamos una hipotética distribución de usuarios profesionales y aficionados (olvidaos de la escala):

aficionados vs profesionales
¿Dónde están los mejores?

Pensemos: ¿cuánta gente trabaja en aquéllo para lo que está realmente dotado? Y no me refiero a un trabajo en el que serían felices (jugar en primera división, ser una rockstar, actuar en Hollywood, vivir del blog, no trabajar, etc.), sino a la adecuación al puesto. De cuántos conocidos hemos dicho: "este hombre debería trabajar en..."; "esta chica se saldría si la dejasen..." Seguramente muchos de nosotros rendimos una fracción2 de lo que daríamos si estuviésemos situados en otro trabajo, departamento, sector, etc. Y esto vale tanto para el caso de aficionados como para el de los profesionales3 (se supone que en menor proporción para estos últimos). La buena noticia es que la tecnología digital e Internet están [posiblemente] ayudando a descubrir el talento oculto y asignarlo de forma eficiente4. ¿Beneficiarios? Todos.


(1) El intrusismo en la profesión periodística se comentó en Acceso cortado.

(2) Jugando con mi querido Principio de Peter (aquél que nos libra de las crisis de Gobierno) podríamos decir que muchos aficionados y profesionales están trabajando en su nivel de incompetencia. En su situación actual no son suficientemente buenos como para "ascender", mientras que en la acera de enfrente hay unos cuantos "fieras" que aprovecharían la oportunidad si se les presentase. ¿No beneficiaría a la mayoría un
intercambio de posiciones , una reorganización de funciones entre miembros de ambos grupos?

(3) Una cuestión a dilucidar sería la de quién y bajo qué criterios determina que alguien es un profesional.
Entre las acepciones del diccionario de la RAE para el término "profesional" encontramos:
1. adj. Perteneciente o relativo a la profesión.
2. adj. Dicho de una persona: Que ejerce una profesión.
3. adj. Dicho de una persona: Que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive.
4. adj. Hecho por profesionales y no por aficionados.
5. com. Persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación.
Si en la Academia aceptan sugerencias yo iría cambiando la expresión "su profesión" por "una actividad" en la quinta acepción.

(4) Encajaría aquí una reflexión sobre la cola larga que escribí hace tiempo:
La redistribución de ventas de la que hablábamos antes debería contribuir al re/descubrimiento de más y mejores productos / artistas / pensadores, que pueden dejar un nicho y convertirse en un éxito más o menos grande. Aumentaría así la calidad media de nuestra cesta de consumo; se desperdiciarían menos buenas ideas y se aceleraría/favorecería la innovación.

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